La casa de la sombra
Atrás, a la espalda de los recién casados las luces se apagan, las gentes se separan y el silencio pesa y se hace, incomprensiblemente aterrador en el alma de los jóvenes contrayentes. El jubileo acaba, el silencio repetido inquieta. Cuando el administrador, Antonio de Siroque abre la puerta de entrada al jardín de Villa Milagros a punto ya de ser la Casa de la Sombra y los deja entrar, la jauría de perros, lejos del pesimismo humano, les recibe entre una algarabía de ladridos y saltos. Parece un colegio de niños bulliciosos en la crítica hora del recreo. Un instante después se...