Desde mi ventana

El protagonista cree que su abuela es un hada. No es invisible, pero siempre le cuesta encontrarla. Al igual que las hadas, odia la sal, el ruido y tiene los ojos verdes tirando a marrones. Él no puede decírselo a su familia, pero lo piensa en secreto. Hasta que un día encuentra en el desván la prueba definitiva: un par de alas de hada de la talla de su abuela.

Mientras Lisa y Ally comienzan a enamorarse una de la otra, su círculo de amigos se expande. Están Tom y Cassie, el matrimonio hecho uno para el otro, con su relajado acercamiento al fetichismo. Y está Alan, el ex y mejor amigo de Ally, quien es feliz confeccionando un corsé o elaborando camas, pero que no puede alejarse del pasado como para usarlos él mismo. Alrededor de la escena local del BDSM está Anne, amiga tatuadora de Cassie desde hace mucho, que comienza a aprender de qué se trata el fetichismo.

Al declinar la existencia es indispensable tratar de reunir la mayor parte de las sensaciones que han atravesado nuestro organismo. Pocos conseguirán realizar así una obra maestra (Rousseau, Stendhal, Proust), pero todos serían capaces de preservar de tal manera algo que sin este pequeño esfuerzo se perdería para siempre. Llevar un diario o escribir a una cierta edad las propias memorias debería ser una obligación 'impuesta por el Estado'; el material que de tal forma se habría reunido después de tres o cuatro generaciones tendría un valor inestimable [...] no hay memorias que no...

Caperucita Roja lleva una torta y un tarrito de mantequilla hacia la casa de su abuela, pero en el camino se encuentra con el Lobo. Por trampas, el Lobo se las come a Caperucita Roja y su abuela.

Cuando Sawoo sufre acoso escolar, su único amigo, Kido, promete ayudarle a convertirse en el más malote de todos. Sin embargo, Kido se va al extranjero después de enseñarle a Sawoo solo dos de las tres reglas de oro. Sawoo empieza a seguir las dos reglas a rajatabla y no para de escribirle cartas a Kido, con la esperanza de averiguar la última de las tres reglas, pero no recibe nunca respuesta. Después de cuatro años sin saber de él, un día, Kido se presenta ante Sawoo, creyendo que eran cartas de amor.