Guillermo de Ockham, también conocido como William of Ockham, nació en aproximadamente 1285 en Ockham, un pequeño pueblo del condado de Surrey, Inglaterra. Se convirtió en uno de los más influyentes filósofos y teólogos de la Edad Media, conocido principalmente por su obra en la lógica, la metafísica y la teoría política. Su pensamiento ha perdurado a lo largo de los siglos, siendo aclamado tanto en la filosofía como en la teología.
De Ockham ingresó a la orden franciscana a una edad temprana y se destacó en sus estudios, particularmente en la Universidad de Oxford, donde recibió su formación filosófica y teológica. Durante su tiempo en la universidad, se familiarizó con las obras de Aristóteles y los pensadores escolásticos, adoptando un enfoque crítico hacia las enseñanzas más tradicionales. Se cree que su trabajo fue influenciado por la necesidad de reconciliar la fe con la razón, una tarea compleja en la teología medieval.
Uno de los conceptos más importantes asociados con Guillermo de Ockham es el principio de parsimonia, comúnmente conocido como la “navaja de Ockham”. Este principio sostiene que, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla tiende a ser la correcta. Este enfoque se ha convertido en una máxima no solo en la filosofía, sino también en las ciencias y otras disciplinas, promoviendo la idea de que no debemos multiplicar los elementos sin necesidad.
En el ámbito de la teología, de Ockham se opuso a la idea de que el conocimiento de Dios se podía alcanzar a través de la razón pura, argumentando que la fe era el medio primordial para conocer a Dios. Su obra más significativa en este campo es “Sentencias”, donde expone sus puntos de vista sobre la naturaleza de Dios, la creación y la gracia. Sin embargo, su pensamiento también se apartó de la doctrina oficial de la Iglesia en algunos aspectos, lo que le generó conflictos con las autoridades eclesiásticas de su tiempo.
De Ockham fue un crítico del poder temporal de la Iglesia, defendiendo la idea de que el poder secular debía ser independiente del poder eclesiástico. Esta postura fue bastante revolucionaria y anticipó más tarde los debates sobre la relación entre la religión y la política. Sus ideas influyeron en el pensamiento político y ético, con ecos que se pueden rastrear en el desarrollo del liberalismo y otras corrientes políticas posteriores.
En 1328, Guillermo de Ockham se trasladó a la corte del emperador Luis de Baviera en Alemania, donde continuó sus trabajos y defendió su postura contra las críticas de la Iglesia. Su situación se complicó cuando fue excomulgado en 1328, lo que lo llevó a vivir en el exilio el resto de su vida. A pesar de las dificultades, continuó escribiendo y difundiendo sus ideas, lo que le otorgó un lugar destacado en la historia de la filosofía medieval.
La muerte de Guillermo de Ockham ocurrió alrededor del año 1347, pero su legado ha perdurado a lo largo de los siglos. Su pensamiento ha influido en numerosos filósofos y teólogos, incluyendo a figuras como Martín Lutero y René Descartes. La navaja de Ockham sigue siendo un principio fundamental en la lógica y el método científico, siendo utilizada para evaluar teorías y argumentos en múltiples disciplinas.
El impacto de Ockham en el desarrollo de la filosofía moderna y la teología es indiscutible. Su capacidad para desafiar las convenciones de su tiempo y su insistencia en la simplicidad y la claridad han dejado una marca indeleble en el pensamiento occidental. En un mundo donde las ideas pueden ser complejas y multifacéticas, el enfoque de Guillermo de Ockham sigue siendo un recordatorio de la importancia de la racionalidad y la economía en el discurso intelectual.